Para comenzar,
haré una crítica a la forma de dar clase de Enrique. Siempre que
llega por la puerta hace notar que la máxima autoridad dentro del
recinto de muerte y destrucción es él, y eso está muy bien,
puesto que siempre hay algún alumno insolente que quiere demostrar
que es él quien manda. Una vez serenados los alumnos, el cuadrado de
la muerte en su sitio y el famoso discurso “queridos niños,
queridas niñas y público en general...” pronunciado, comienza con
el refuerzo de los conocimientos enseñados en la clase anterior
haciendo un repaso de lo más importante para que no se nos olvide
nada. Bajo mi humilde opinión esto es una técnica muy buena de dar
clase, puesto que no solo refresca lo anterior, sino que incita a
resolver dudas que hayan surgido a lo largo de la semana. Tras el
repaso, comienza la clase. Leer los apuntes está muy bien, pero
entenderlos sin su explicación es bastante complicado, por eso me
parece genial que después de leerlos apunte las palabras clave en la
pizarra y ponga ejemplos muy prácticos y sencillos que entiende
cualquiera. Y para finalizar, hace especial hincapié en dudas que
nos hayan surgido y se cerciora por completo, y en la medida de lo
posible, de que está todo claro. Como conclusión, he de decir que
como profesor es muy bueno y no veo ningún defecto de gravedad en su
manera de dar clase y, por mucho que insista en que está sólo por
el dinero, se ve muy claro que le gusta estar ahí.
Como persona,
se ve que es un hombre respetuoso y educado, aunque eso de humillar a
los alumnos que tienen dudas sin razón aparente no lo veo bien.
Estaba bien que lo hiciese al principio de curso para que marcar una
línea y que no la cruzásemos, pero ahora, nueve meses después,
cuando nadie discute que es la máxima autoridad, lo veo cuanto menos
innecesario.
Resumiendo, es buena persona dentro de clase (salvo esas salidas de tono ya mencionadas) y mejor profesor preocupándose por sus alumnos y su educación.